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domingo, 21 de noviembre de 2010

022. Despertar

Abrí los ojos y no era una de esas mañanas en las que la soledad inundaba mi habitación. Allí estaba él, tumbado junto a mi, inconscientemente abrazados. Te besé y despertaste. Me estrujaste y me hacías entrar en calor. Hacías que me gustase esa mañana. Que no fuese uno de esos duros despertares tras una noche de farra.

Hacía mucho que no tenía de esos besos, de esos abrazos, de esas tonterías que quieras que no me hacen sentir bien. De esas miradas a los ojos, de sonrisas de complicidad, de manos entrelazadas. Caricias, más besos, besos en el cuello, achuchones, piropos y demás clase de cumplidos. Mirarnos sin decir nada y sin que el silencio resultase incómodo.

Me sentí querida esta mañana, como si ese prácticamente desconocido con quien compartía la cama fuese algo más, como si ya nos conocieramos. Cómo si hubiera sentimiento. Cómo si pudiese llegar a haber un mañana. Me sentí querida, y era algo que echaba mucho de menos. Gracias por haber hecho que me volviese a sentir una princesa en brazos de alguien.

No había sentimiento, tampoco creo que llegue a haber un mañana, pero hay veces que se agradece una buena actuación.

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