Busqué el antídoto contra tu veneno. Recé a tu dios para que me librase de esta carga. Me desplacé hasta lugares desconocidos para gritar hasta quedarme sin voz que quería volver a ser libre. Caí extasiada sobre la hierba mojada, bajo la mirada atenta de seres ocultos en la noche. Recogí piedras por el camino que luego tiré con rabia a la nada. Quemé tus fotos, me bebí el pasado cargado y con mucho hielo como anestesia contra el dolor. Desaprendí a escribir tu nombre y a pronunciarte. Te destripaba, consciente, en mente y te resucitaba en sueños, noche tras noche.
Ni la gente más sabia a la que he pedido consejo me ha podido ayudar. Ni los borrachos de los bares. Nadie sabe como puedo hacer. Nadie sabe darme la clave, el momento o el lugar.
Mientras tanto me quemo entre pitillos mal apagados y alcohol. Todo arde sin ningún control.